LAS 10 PREGUNTAS MAS FRECUENTES SOBRE EL SIDA
1. ¿Qué es el SIDA
El sida es una enfermedad infecciosa producida por un virus, denominado VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana) que pertenece a la familia de los retrovirus, un grupo caracterizado por su pequeño tamaño y por poseer únicamente ARN en su material genético.
El virus fue descubierto y descrito en profundidad años después de que se describiesen los primeros casos de esta enfermedad. Y es precisamente esta novedad una de las características que mejor identifican al sida. Efectivamente, los primeros casos se describieron entre la comunidad homosexual de San Francisco (Estados Unidos) a principios de los años 80 cuando se observaron varios casos de pacientes aquejados de un tipo de neumonía muy rara hasta esos momentos.
La enfermedad que desarrollaban estos sujetos era típica de pacientes inmunodeprimidos, es decir con sus defensas muy bajas, algo que hasta entonces sólo se veía en pacientes con cáncer y otras patologías muy graves. ¿Por qué entonces había una verdadera epidemia entre jóvenes homosexuales aparentemente sanos?
Comenzó en aquel momento una búsqueda desenfrenada por identificar al causante de este destrozo en los sistemas de defensa contra las infecciones de estos pacientes. Sin entrar por el momento en mucho detalle sobre esta búsqueda, acabó identificándose a un virus como el responsable del cuadro.
2. ¿Cómo he podido contagiarme?El sida es una enfermedad infecciosa producida por un virus, denominado VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana) que pertenece a la familia de los retrovirus, un grupo caracterizado por su pequeño tamaño y por poseer únicamente ARN en su material genético.
El virus fue descubierto y descrito en profundidad años después de que se describiesen los primeros casos de esta enfermedad. Y es precisamente esta novedad una de las características que mejor identifican al sida. Efectivamente, los primeros casos se describieron entre la comunidad homosexual de San Francisco (Estados Unidos) a principios de los años 80 cuando se observaron varios casos de pacientes aquejados de un tipo de neumonía muy rara hasta esos momentos.
La enfermedad que desarrollaban estos sujetos era típica de pacientes inmunodeprimidos, es decir con sus defensas muy bajas, algo que hasta entonces sólo se veía en pacientes con cáncer y otras patologías muy graves. ¿Por qué entonces había una verdadera epidemia entre jóvenes homosexuales aparentemente sanos?
Comenzó en aquel momento una búsqueda desenfrenada por identificar al causante de este destrozo en los sistemas de defensa contra las infecciones de estos pacientes. Sin entrar por el momento en mucho detalle sobre esta búsqueda, acabó identificándose a un virus como el responsable del cuadro.
El virus del sida está presente en fluidos del paciente además de la sangre, tales como la saliva, el semen o las secreciones. Sólo cuando la concentración del virus es suficientemente elevada, como ocurre a veces con el semen o las secreciones vaginales, se produce la infección.
El problema del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es que raramente avisa cuando nos infecta. Esto quiere decir, ni más ni menos, que podemos ser contagiados sin percibir ningún síntoma que nos avise o, como mucho, sufrir un cuadro gripal, a veces leve como tantos otros que padecemos a lo largo del invierno. A partir de ahí, sin saberlo, estamos infectados con el virus del sida y podemos tardar meses o años en enterarnos.
El contagio del VIH se produce cuando el virus, presente en las secreciones corporales como el semen o las secreciones vaginales y en la sangre del paciente infectado, entra en nuestro torrente sanguíneo.
Es decir, el virus tiene que llegar a ponerse en contacto con nuestra sangre y circular por ella para poder infectarnos. En su forma de transmisión, el VIH es idéntico al virus de la hepatitis B y se comporta en la mayoría de los casos como una enfermedad de transmisión fundamentalmente sexual.Las formas de contagio pueden resumirse en las siguient
3. ¿Qué debo hacer si sospecho que puedo haberme contagiado?
La respuesta es fácil: debe evitar la angustia de la incertidumbre y hacerse un sencillo análisis que confirmará o descartará la infección. El análisis empleado en la detección sistemática o 'screening' del sida está a su alcance a través de su médico de cabecera y los resultados no tardarán demasiado tiempo en estar a su disposición.
En la actualidad, este análisis se realiza con una muestra de sangre del paciente. De ella se extrae el suero (por eso el análisis se llama serología), un líquido amarillento y denso que contiene todos las proteínas que circulan en la sangre.
La serología del sida no hace más que buscar la presencia de anticuerpos específicos contra el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) en la sangre del sujeto. Cuando el resultado del primer análisis que se realiza en la consulta es positivo, se recurre siempre a un segundo análisis de confirmación del resultado. Es algo similar al contra-análisis que se realiza a los deportistas en caso de 'doping'.
Este segundo test es más sensible y sofisticado que el primero y su positividad hace definitivo el diagnóstico de infección por el VIH. Una vez que se recibe este resultado es aconsejable que el paciente se ponga en contacto con un especialista para planificar los pasos a seguir a partir de ese momento.
En un país como el nuestro con un excelente sistema sanitario público, el acceso a un especialista médico en el manejo y tratamiento de pacientes infectado por el VIH es relativamente fácil. Su médico de familia le pondrá en contacto con él. En la mayoría de hospitales de la red sanitaria pública existe una unidad para el manejo de esta enfermedad y, de no ser así, le pondrán en contacto con la más cercana.
A pesar de que el tratamiento y seguimiento de la infección VIH es todavía muy caro y sofisticado, nuestro sistema de salud garantiza un manejo acorde con las evidencias científicas más avanzadas de forma gratuita. Por eso, si es usted seropositivo no dude en contactar rápidamente con su médico. Los beneficios de un buen manejo de la enfermedad, incluso desde sus fases más tempranas, son incuestionables y está demostrado que el abandono y la táctica del avestruz, que intenta no asumir la realidad, conducen invariablemente a la muerte
4. ¿Qué me va a pasar?
El VIH o virus del sida se caracteriza por su lenta progresión. Esto quiere decir que actúa tremendamente despacio hasta conseguir ponernos enfermos.
Cuando nos contagiamos por primera vez, se produce un cuadro clínico muy poco específico, parecido a una gripe común. Podemos sufrir fiebre, malestar general, dolores musculares y en general unos síntomas muy similares a los del popular 'trancazo', que desaparece espontáneamente en unos días.
Pero el mal ya esta hecho, el virus ha penetrado en nuestro organismo e irá minando poco a poco nuestro sistema de defensas contra las infecciones. Este ataque del VIH se produce a lo largo de meses, o incluso años, y durante este período somos capaces de llevar una vida totalmente normal sin notar ningún síntoma.
Sin embargo, llega un momento en que nuestras defensas han disminuido tanto que empezamos a no ser capaces de enfrentarnos a infecciones u otros procesos, que serían poco importantes para sujetos sanos.El tiempo que tarda el virus en conseguir que nos pongamos enfermos es muy variable, y puede oscilar desde los pocos meses hasta años, aunque la media está en torno a los tres o cuatro años.
5. ¿Qué diferencia hay entre ser sero-positivo y tener el sida?
Las diferencias entre estos dos conceptos son grandes o pequeñas en función del enfoque que se haga en cada caso.
Como hemos dicho anteriormente, el sida es una enfermedad infecciosa producida cuando el Virus de la Inmunodeficiencia Humana penetra al interior del organismo humano. Este patógeno circula por el torrente sanguíneo y se distribuye por todo el cuerpo, sobre todo en zonas como los ganglios linfáticos, donde viven los leucocitos o células defensivas del cuerpo.
Cuando el virus entra en el organismo, nuestro sistema de defensas producen anticuerpos que atacan al virus, aunque sin éxito. Este tipo de anticuerpos que producimos contra el VIH son proteínas totalmente específicas es decir, sólo aparecen cuando en nuestra sangre existen virus de este tipo.
Los actuales métodos de laboratorio son capaces de medir la existencia de estos anticuerpos en la sangre de un paciente. El sistema por el que se hace este análisis fue desarrollado cuando se realizaron las primeras investigaciones sobre el sida (a finales de los años 80) y desde entonces disponemos de un método de laboratorio relativamente barato, sencillo y fiable para medir los anticuerpos anti-VIH en la sangre de cualquier sujeto.
Las personas cuya sangre nunca ha estado en contacto con el VIH no muestran estos anticuerpos en la sangre, es decir son seronegativos. Sin embargo, en el suero (una parte de la sangre que contiene las proteínas circulantes) de todos los infectados por el VIH sí es posible identificar estos anticuerpos.
Cuando el análisis del suero de un sujeto muestra la existencia de anticuerpos específicos contra el VIH se dice que esa persona es seropositiva. Esto quiere decir ni más ni menos que el individuo en cuestión ha estado en contacto con el virus del sida y, por tanto, está infectado.
En la actualidad cuando se quiere saber si alguien está o no infectado por el VIH se recurre a este tipo de análisis en busca de los anticuerpos específicos contra dicho virus.
6. ¿Puede curarse el SIDA?
Depende un poco de a qué llamamos curar. Si quiere decir acabar con la enfermedad y no tener que volvernos a preocupar más por ella, puede decirse que el sida no se cura por el momento.
Una vez que hemos sido infectados, no existe ningún tipo de tratamiento que consiga eliminarlo de nuestro cuerpo o aniquilarlo por completo. Por tanto, los pacientes infectados deberán estar siempre pendientes de la enfermedad y sometidos a algún tipo de control o tratamiento.
Aunque pueda parecer descorazonador, el sida se está convirtiendo cada vez más en una enfermedad crónica, como la diabetes o la insuficiencia renal. En el fondo, es una buenísima noticia: hasta hace bien poco tener el sida era prácticamente una condena de muerte segura a la que sólo le faltaba la fecha de ejecución. La muerte llegaba antes o después en función, entre otras cosas, de la suerte a la hora de contraer infecciones y de la rapidez con que nuestras defensas fueran aniquiladas por el VIH.
Sin embargo, la espectacular inversión en investigación que se viene realizado desde hace más de una década, ha conseguido desarrollar fármacos eficaces contra la enfermedad a una velocidad desconocida hasta ahora en otras patologías.
En estos momentos, existe todo un arsenal de fármacos a disposición de los especialistas para combatir al virus. Aunque ninguno de ellos, por sí solo o combinado, es capaz de destruir al virus. Eso sí, consiguen frenar dramáticamente su multiplicación y, por tanto, su capacidad de hacernos daño.
Este control sobre las posibilidades de reproducción del VIH dentro del organismo consigue que nuestro sistema de defensas sobreviva durante mucho tiempo al ataque del virus. De esta forma, el paciente infectado no desarrolla todos los problemas de infecciones que antes conducían a la muerte.
7. ¿Puedo no tratarme?
Como hemos contestado en la pregunta ¿Puede curarse el sida?, la evolución de esta enfermedad es radicalmente distinta si se sigue una terapia o se opta por no tomar fármacos.
Hay que recordar que hasta hace tan sólo 15 años, no existía posibilidad de modificar el curso mortal de la enfermedad. Con la aparición de los primeros medicamentos antiretrovirales (el VIH es un virus de la familia de los retrovirus, de ahí este nombre) se vislumbró con esperanza la posibilidad de frenar el número incesante de muertos por sida, algunos de ellos celebridades de la época como Rock Hudson o Freddie Mercury el solista del grupo de rock Queen.
Sin embargo, en aquella época (finales de los 80), esta primera generación de medicamentos como el AZT o retrovir tenían gran toxicidad y obligaban a los pacientes a tomarlos con horarios muy estrictos, muchas veces al día y con pautas muy rígidas respecto a las comidas.
Había fármacos que debían tomarse con el estómago vacío, otros con el estómago lleno y algunos otros que obligaban a beber grandes cantidades de agua. A estos inconvenientes había que sumar el hecho de que, en general, debían ser tomados entre tres o cuatro veces al día y en grandes cantidades.
La situación más habitual de un paciente tratado hasta hace pocos años era la de tener que tomar entre 10 y más de 20 pastillas al día algo que dificultaba enormemente llevar una vida medianamente normal, sobre todo si añadimos la necesidad de combinar estas tomas con las distintas necesidades de ayuno o comida de cada fármaco e incluso algunos de ellos refrigerados. Se hacía casi imposible bajo aquellos regímenes draconianos, llevar una vida normal.
El tiempo que se dedicaba a decidir con el paciente si comenzaba o no tratamiento contra el virus era motivo de varias consultas. Tampoco era nada raro el que, con la aparición de los primeros efectos tóxicos (frecuentes por otra parte), el paciente decidiera abandonar la medicación y no volver a la consulta.
Por supuesto, el primer problema infeccioso relacionado con el sida que sufría ese paciente hacía que volviera de nuevo a su médico, esta vez con más posibilidades de adaptarse al tratamiento aunque con menores opciones de beneficiarse de él por estar en fases más avanzadas de la enfermedad.
8. ¿Quién tiene riesgo de infectarse?
La respuesta a esta pregunta es muy fácil: todos. Tan sólo se trata de diferencias en las probabilidades de contraer esta terrible enfermedad. La transmisión del sida está generalmente asociada a una serie de comportamientos de riesgo que se pueden evitar o al menos reducir.
Indudablemente, un hijo nacido de una madre infectada tiene riesgo de contraer el sida durante el embarazo y sobre todo durante el parto. Como ya hemos dicho anteriormente, existen tratamientos para la madre que reducen enormemente la posibilidad de este contagio. Posteriormente, si el niño nace sin la infección, la madre deberá tomar con él las mismas precauciones que con el resto de su familia si exceptuamos el que no podrá amamantarle (el virus también se elimina por la leche materna) y deberá ser algo más cuidadosa dado el contacto íntimo madre-hijo durante los primeros años de vida.
9. ¿Puede pasarle algo a mis hijos?
La posibilidad de que un niño nacido de padres infectados por el VIH adquiera la enfermedad es indudablemente real.
El contacto sexual entre un varón infectado y una mujer sana puede contagiar la enfermedad a la madre del futuro niño. Por el contrario, la mujer infectada puede trasmitir la enfermedad al padre sano y, por supuesto, al hijo que nazca de la relación entre ambos.
Sólo el preservativo puede evitar el contagio de la pareja sana pero claro, con preservativo es imposible la fecundación de un nuevo ser. En la actualidad están disponibles técnicas de lavado de semen que consiguen eliminar con gran eficacia los virus que puedan estar presentes en este líquido corporal. Cuando la madre no está infectada, esta técnica de lavado del semen seguida de un procedimiento de inseminación artificial puede conseguir hijos sanos y al mismo tiempo evitar el contagio de la madre.
Aunque la garantía, como casi todo en medicina, no alcanza el 100% de los casos, esta técnica combinada ha permitido a muchos pacientes ser padres sin jugar a la ruleta rusa que supone la relación sexual sin protección con fines reproductivos.
10. ¿Debo decir que tengo sida?
Esta pregunta es quizás poco apropiada para ser respondida por un médico a secas. Sin embargo, la experiencia con muchos pacientes a lo largo de años nos permite dar unos consejos útiles en este sentido.
La primera pregunta no debe ser si debo o no decir que tengo sida sino a quién debo decírselo. No somos partidarios de aconsejar a los pacientes que comuniquen esta información a todo su entorno, y menos al principio.
En general, no decimos a los compañeros de trabajo, de barrio o amigos no íntimos que estamos enfermos de tal o cual cosa con grandes detalles. El sida es además una enfermedad con tan mala prensa que todavía confiere al paciente que la sufre la condición poco menos que de apestado de la sociedad.
Los conceptos están cambiando muy rápidamente y cada vez se considera más el sida como un problema que le puede ocurrir a cualquiera. De hecho, muchas de las campañas publicitarias de información realizadas por un gran número de instituciones han sido enfocadas en este sentido. También existe cada vez más cultura sobre esta enfermedad entre la población general -algo a lo que pensamos contribuir desde este Web-.
A pesar de todo y desgraciadamente, el sida sigue siendo considerado un estigma social y el miedo a la enfermedad es todavía demasiado alto como para que, en general, se permita a un afectado convivir relajadamente con un entorno que conozca su situación.
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